Pablo Vallejo, editor.
“Casa GG´s striking design stands out from its neo-traditional neighbors. Visitors are greeted by a massive folded façade that is pierced by an abstract pattern of small windows. This imposing façade resembles a contemporary fortress: not only does it demarcate a private precinct, but it is a powerful reminder of the security risks of modern Quito. The interior sharply contrasts with the forbidding exterior: floating walls of glass frame views of the surrounding landscape. The architects’ choice of a rich palette of contrasting organic and synthetic materials demonstrates their ambition to merge local and global culture.”
“El llamativo diseño de la Casa GG se destaca entre sus vecinos neo-tradicionales. A los visitantes los saluda una fachada masiva que se pliega y está perforada por un patrón abstracto de pequeñas ventanas. Esta imponente fachada asemeja una fortaleza contemporánea: además de demarcar un recinto privado, constituye un poderoso recordatorio de los problemas de seguridad en el Quito moderno. El interior contrasta de manera aguda con el prohibitivo exterior: paredes flotantes de vidrio enmarcan las vistas del paisaje circundante. La selección de una rica paleta de materiales orgánicos y sintéticos contrastantes demuestra la intención de los arquitectos de fusionar la cultura global con la local”.
Joel Sanders
Febrero, 2005
Las especificaciones de nuestros clientes, Gabriela Aguirre y Gilberto Mantilla, fueron terminantes: queremos una casa que hacia afuera parezca un búnker o una fortaleza, y por dentro sea ligera, transparente, iluminada y completamente abierta al paisaje. El lote rectangular de 1.000 m2 que la pareja había adquirido en el Rancho San Francisco, una urbanización cerrada ubicada entre la ciudad de Quito y el Valle de Cumbayá, ocupaba una posición privilegiada: si se extiende el eje que lo divide longitudinalmente en dos partes iguales, la mirada choca contra la perfección cónica del Volcán Cotopaxi, luego de cruzar un parque privado y el pliegue de una quebrada.
En planta, la respuesta a las peticiones de nuestros clientes fue establecer una suerte de banda en forma de V: una mano que se dobla en un intento por recoger, a la distancia, la redondez de la planta del Cotopaxi. Esta forma base, al duplicarse en dos pieles -una exterior impenetrable, sólida, opaca, y otra interior transparente, abierta y cargada de reflejos- establece un clara dicotomía entre la cara pública y la privada, la fachada exterior y la interior, el anverso y el reverso. La casa se consolida, de esta manera, en una suerte de esquizofrenia arquitectónica: antisocial cuando vista desde la calle, cálida y acogedora desde el patio interior; una coraza de piedra y cemento que desvía el peligro a la vez que se repliega para proteger la intimidad de la vida familiar y albergar el paisaje.
Si bien la coraza de las fachadas anteriores establece una separación tajante entre el interior y el exterior; las fachadas posteriores facilitan el flujo de uno hacia otro lado. La superficie opaca del gran muro de travertino dentado de la fachada posterior; por ejemplo, penetra en el vestíbulo desde el paisaje a la vez que se ancla en él para proyectarse hacia el volcán. La banda de vidrio posterior; por otro lado, se abre completamente al entorno para permitir que el verdor del paisaje andino acceda al interior de la casa, a la vez que su superficie lo refleja y celebra. La casa se desarma para establecer una continuidad entre el espacio de adentro y el de afuera, en un intento por diluir el borde entre naturaleza y arquitectura.
El carácter defensivo del anverso y la fragilidad del reverso encuentran eco en el juego de luces, vacíos y superficies de las fachadas. La luz perpendicular de la línea ecuatorial choca contra las superficies prohibitivas del frente, y rebota, homogeneizándolas, diluyendo sus aristas, enmarcando las sólidas sombras de sus vacíos. A este efecto se contrapone el patrón lineal del hueco relieve que excava y suaviza las fachadas con sus líneas de sombra. La luz logra hender los pequeños orificios excavados en la coraza para dibujar líneas oblicuas o figuras en el interior. El efecto se invierte en el reverso, donde la luz atraviesa libre y ubicua, salvo en el muro dentado de travertino, por donde se riega en una cascada de luz y sombra. Durante el día, el interior se ilumina. Se instalaron persianas para protegerlo y refrescarlo, sin que se anulara la vista del exterior. Por la noche, la luz artificial estalla hacia el exterior, como si buscara retornar a los elementos, y fundir al hombre con la naturaleza en la coyuntura de la materia.
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